El emperador de la dinastía Qing, Qian Long, le gustaba mucho beber té casi tanto como viajar. Cuando viajaba a algún lugar, ocultaba su identidad de emperador.
Un día, el emperador y su séquito viajaron a Jiangnan y entraron en una casa de té para descansar. Un camarero puso una taza sobre la mesa, luego dio unos pasos atrás, cogió un hervidor de agua y la vertió en la taza. El agua, como una línea fina, entró en la taza sin derramar una gota.
Qian Long tenía curiosidad y quiso intentar imitar al camarero así que cogió el hervidor y vertió el agua en la taza de su séquito. En la antigua China, la gente tenía que arrodillarse y tocar el suelo con la frente como muestra de agradecimiento hacia el emperador.
El séquito quiso dar las gracias a su emperador, pero no pudo arrodillarse para no desvelar su identidad. Así que doblaron dos dedos de la mano imitando a dos piernas haciendo una genuflexión y dieron tres golpecitos a la mesa. Después, el emperador Qian Long les preguntó: “¿Por qué hacéis esto?”. El séquito contestó: “No podemos arrodillarnos, por eso sustituimos las piernas por dos dedos de la mano para arrodillarnos metafóricamente y agradecerle su gesto”.
Posteriormente, esta acción se difundió por toda China y sigue viva en la actualidad. Si alguien te sirve un té, y a veces alcohol, puedes agradecérselo con este gesto.
Dr. Duan